Perdonad el retraso y haber tardado tanto en encontrar a mi compañero de charla. Habrá quien piense que he tardado porque no sabía que decirle y habrá quien piense que no le he encontrado en el cielo y he tenido que buscarle "más abajo". De un modo u otro llevo diez minutos sentado en un banco junto a un hombre pequeño y con aspecto frágil que durante 40 años marcó el destino de España. Reminiscencias de aquél pasado eran el traje militar y la colección de medallas que lucían sobre su casaca.
- Eres muy joven para haberme conocido - dice sin mirarme y con cierto tono de rechazo.
- Puedo asegurarte que he oído hablar de ti, demasiado para mi gusto.
- Deberías hablarme de usted.
- ¿Por ser el caudillo de España?
- No, por respeto.
- No respeto lo que representas. Para mi eres un asesino opresor que usó un país como su patio trasero.
- Eres un insolente y un ignorante.
- La historia te ha juzgado y no dejas de ser un dictador y un asesino.
- Me encontré al frente de un país dividido por una guerra cruel, la más dura que un país puede sufrir. Una guerra civil.
- ¿Qué importancia tiene si fuiste el ganador de la guerra?
- Ese es el primer error que cometes al juzgarme NADIE gana una guerra civil. Todos perdimos y, sólo yo, asumí el reto de reconstruir el pais y salir hacia delante.
- Hoy en día tenemos libertades que contigo apenas podían ser soñadas. Sabes que las mujeres pueden ingresar en el ejército, los jóvenes podemos beber en público, los homosexuales pueden casarse, puedo tatuarme el cuerpo entero y salir a la calle, puedo escribir sobre la autoridad y caricaturizar al ejército. SOY LIBRE.
- ¿Cada uno de esos cambios, cuanto dura entre la sociedad? ¿cuanto permanece en los periódicos? ¿cuanto hablan de ello en la calle? ¿cuantas manifestaciones organizan por ello? ¿cuanto tiempo permanecen en televisión?
- Apenas unas semanas un par de meses máximo.
- De mi llevan hablando más de treinta años...
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